Para entender a “Peña Nieto” I
Enrique Peña Nieto es más que un
candidato a la Presidencia de la República.
Es el personaje que representa toda una estructura económica e
ideológica de preservación del poder de México por parte de una clase gobernante.
Fue minuciosamente trabajado
desde que era gobernador. Centenas de millones de pesos de los mexicanos, con
cargo al erario del Estado de México, (y con pago a Televisa en su mayor
proporción) se invirtieron en la construcción
del personaje y de la historia que hoy es, quizá, la más popular de todo
el país.
El Estado de
México erogó más de 150 millones de pesos anuales (de lo formalmente aprobado)
para gastos de publicidad del gobierno encabezado por Peña Nieto, y se han
documentado cifras superiores a los 60 millones de dólares para pagos a Televisa.
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Su publicidad y
su acceso a medios parecen infinitos. Y a ello debe sumarse la impresionante
cantidad de productos de propaganda y publicidad que sus huestes reproducen a
lo largo y ancho del País.
Los millones de
mexicanos estamos expuestos día a día, y desde hace varios años, a la
construcción de este personaje. Recibimos sus impactos mediáticos y
propagandísticos a cada instante, por todos los medios.
Enrique Peña
Nieto ha sido incorporado a cada hogar por medio de la televisión y la
radio. Lo vemos en miles de
espectaculares. En los camiones del transporte público. En relojes, en papel de
tortillas y en una cantidad inimaginable de objetos que en las elecciones se
llaman utilitarios (cositas que le sirvan a la gente para cualquier cantidad de
cosas).
Pero se le ha
incorporado más que cómo político como
personaje de una telenovela con una marca propia. Ya nadie lo llama por su nombre, Enrique, ya
no tiene nombre, lo ha perdido, ya todos lo sabemos, la marca se llama “Peña
Nieto”. Si es Presidente será el Presidente Peña
Nieto.
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Así, la verdadera
elección presidencial se desarrolla entre un aparato de dominación que casi ha
logrado imponer esa ideología, más que un candidato (el señor Enrique Peña
Nieto), y un candidato (Andrés Manuel López Obrador), que pretende generar en
el terreno de otra ideología un cambio para el País. En medio están otros
actores que juegan el papel de darle funcionalidad a un sistema de elecciones.
Pero la ideología
de preservación del estado de cosas, del no cambio en el rumbo del País, se
desarrolla, cual si fuera telenovela, con este personaje principal y algunos
secundarios, con una trama en la cual se
presentan como si casi de la nada llegan
a convertirse en grandes hombres y en la
que intentan imponer la idea de que es
posible un México feliz, en el que no hay problema por grave que parezca, menor
al estado de felicidad.
Su ideología ha
sido aceptada por amplios sectores de la sociedad (excepto por los sectores más informados). De hecho, podemos afirmar
que la burguesía de México, los dueños de los grandes capitales, están felices
de haber hecho una alianza estratégica con los pobres que son su sostén
económico, a través de su personaje mediático propagandístico: Peña
Nieto.
¿Pero que hay en
esta telenovela? La idea del mundo
feliz. Una que está al margen de la política. La del joven que viene de abajo,
que se vuelve exitoso, triunfador, que es “guapo”, que hace compromisos, que
dice que los sabe cumplir, y que lo hace
de tal forma que hasta parece que si será así; es la historia del hombre que tiene una familia feliz, una
mujer abnegada, buena compañera, “guapa”(La Gaviota). La de una familia de clase media que vive sin
lujos, pero que tiene lo necesario, que convive y vive, que se divierte. Todo es parte de la trama.
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Con esos
elementos han logrado mover las aspiraciones de millones de personas que
desearían o tener un Peña Nieto o tener
una Gaviota en casa, o mejor dicho, tener un mundo feliz como el de ellos.
Aspirar a ellos. El concepto de su
telenovela es aspiracional. Que la gente aspire a tener lo que ellos, o
ser como ellos.
En ese mundo
feliz de Peña que todos los días penetra intensa, reiterada y sistemáticamente,
no hay discusión de los temas nacionales, ni debate, ni propuesta. Su escenario ideal es uno en el que no se hable de política, ni de
los problemas del País ni de las soluciones, sino de cómo se es y cómo llegar a ser.
Por eso el
personaje Peña Nieto no acude a los foros de discusión. Prefiere hablar con Madsin
Woodside del mundo del espectáculo, para que se quede en la mente de las
millones de mujeres que la escuchan que es el “galán de galanes”, que debatir en un programa noticioso como el
de Carmen Aristegui del Mundo de la política donde tendría que demostrar si
cumplió o no sus compromisos. Peña Nieto
y sus propagandistas Intentan penetrar
de esa manera a la sociedad y convencerla de que se vea en él al hombre del mundo feliz. Pero la sociedad
no siempre acepta a ciegas lo que le ofrecen, por eso sus creadores de imagen
meten con calzador las frases, los temas, los dichos a los que debe hacer
referencia sobre problemas o soluciones, para hacerlo ver político.
Peña Nieto ha
logrado construir el espacio sagrado de ese Mundo feliz. Por eso no se
despeina, ni sufre ni se acongoja por la crítica. Penetrar eses espacio
sagrado, tocarlo con el pétalo de una rosa, hacer la mínima insinuación de que
su mundo feliz es inexistente o irreal, se observa como una perversión.
Meter la política
a su campaña es atentar contra su estrategia de penetración y contra esa
ideología aceptada por amplios sectores de la sociedad. Hacerlo implicará, de
inmediato, una lluvia de descalificaciones, de gritos y de pestes soeces (seguro lo harán contra este
texto). Por si es necesario nuestro personaje se cura en salud, y asume como agresión al Mundo feliz que quiere
hacer prevalecer, por lo menos ideológicamente, cualquier mínima critica a su
actuar o a sus hechos del pasados. “No voy a responder a las agresiones, yo novoy a dividir al País”. Es de risa, porque en el Estado de México aplicó y
aplicará la estrategia de divide y vencerás, eso casi destruye a los partidos
opositores en la entidad.
Pero Peña Nieto
tampoco dividirá al País porque en su mundo no hay definiciones ni de izquierda
ni de derecha ni de centro ni de nada. ¿Para qué? El representa el espectro de los que aspiran
a su mundo feliz.
Pero allí no
caben los adultos mayores, los ancianos. Todo está dirigido a la clase media y
a públicos que fluctúan los 25 a los 55 años de edad. No hay más. Aunque
intentan atraer a los jóvenes que votarán por primera vez y que no conocen al
PRI, pero si el desencanto del gobierno por el gobierno del PAN. Le apuestan al triunfo ganando a la gente
joven y relativamente joven.
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Por eso los desaparecen del escenario de la
telenovela, por eso no está Salinas de Gortari a su lado, no sea que se
modifique la percepción de ese mundo feliz
que tiene la gente que simpatiza con él.
La salud mental y espiritual de
la gente requiere un poco de reposo y ensoñación. Peña Nieto lo ha logrado en
sus primeros spots de campaña. Se pasea por lugares turísticos, transita libre,
y los muestra como si no vivieran la pesadilla de violencia que día a día los
azota.
Su primer incursión en este sentido fue con un
spot en el que presentaba y hablaba del Puerto de Veracruz, apacible, de
blanco, fresco, justo en uno de los lugares de la ejecuciones más cruentas en
esta guerra y contra y entre el Narco en
México.
En ese Mundo feliz en el que no
hay discurso, no hay propuesta, Peña Nieto
se pasea por los lugares bellos y emblemáticos de los estados de la
República, los toma como ejes de libertad, camina de forma natural, con seguridad, demuestra que no son el
infierno.
En esta telenovela nuestro
personaje no tiene pasado. Mejor si no
se recuerda que fue gobernador del Estado de México, porque recordarlo es
entrar al escenario del cuestionamiento de si cumplió o no sus compromisos de
campaña. No tiene nada que ocultar. Ya se han encargado meses atrás de vacunarlo y de contar como heroicos aspectos desu vida personal o familiar y por si fuera poco, busca construir una biografía y una memoria de campaña a su antojo, para lo
cual está buscando periodistas.
En esta telenovela nuestro
personaje no tiene que ser líder, ni inteligente, ni hablar idiomas, ni ser
leído y escribido. Su papel es el de
guapo, el de adulto joven de entre 40 y 50 años de edad. La sociedad debe entender que quien es más
bello tiene derecho a mandar, que ya no manda el más fuerte ni el que tiene más
habilidades, sino el más guapo.
Obvio deben alejarse de este
papel de guapo todas los elementos que muestren al verdadero personaje y sus
debilidades más puras, sus acciones más ruines: Que nadie hable de la represión
en Atenco, que no se cuestione su vida personal y familiar, que no se hable de
cómo cerceno al Poder Legislativo en el Estado de México ni de cómo sucumbió
ante poderosas empresas para entregarles jugosos negocios como los de las
carreteras, aunque en este último caso su sistema fue eficaz, pues no se le
pone en duda, porque no importan que se paguen altos costos de peaje ya que
peor sería si no estuvieran esas carreteras.
El personaje no se sale del
script aunque eso le haga perder emotividad, soltura y creatividad frente a las
cámaras o aunque para eso tenga que usar telepronter para sus discursos, y se ancla, obvio, en los elementos a su favor,
mostrándose como el político, pero también como el hombre.
Por eso sus spots sentado en la
sala de la casa, invitado a nuestra propia sala por medio de la televisión, en
escenas en las cuales pareciera que estamos platicando con él o él con nosotros.
En una escena desarrollada mientras miles de sus convencidos reciben lo que les
dan en su nombre, una despensa, un bulto de cemento, cualquier cosa que puedan
mendingarle.
El no está en la lucha ideológica
contra los partidos adversarios, el sigue construyendo el mundo feliz, y hasta
el momento va ganando la batalla. Amplios sectores de la población ya están con
él aunque no les haya hecho una sola propuesta y rechazan ya en automático una
confrontación de proyectos o ideológica con la izquierda. A la fecha lo han
hecho inatacable.
El personaje también se mueve en
un escenario en el que le han configurado una percepción de que el triunfo es
inminente y de que sólo resta esperar. Para eso están las encuestas.
En todo esto una cosa es cierta, mientras su cara risueña deambule
inocentemente por las calles de nuestro país, mientras represente el poder
y la aspiración colectiva, mientras se meta en nuestras casas
sin que le cuestionemos su mundo feliz,
el imperialismo y los grupos económicos que manejan México, podrán dormir tranquilos.
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