Arriba las manos, esto es un asalto


Te acostumbras a la violencia, a la delincuencia. Sabes que hace unos días acaban de asaltar a un vecino justo donde estás parado y llegas a pensar que no lo volverán a hacer por allí  porque, con seguridad, la policía vigila y hay un módulo, su punto de operación, a escasos cincuenta metros de distancia.  
De reojo miras a dos tipos que camina hacia ti. En cuestión de segundos te gritan, arriba las manos, esto es un asalto, te ponen una pistola en la cabeza, jamás habías sentido el frío del fierro sobre tu piel, te congela, te piden las llaves del auto, te azotan contra la puerta de tu casa, te quitan tus pertenencias.
Por un momento piensas que te van a secuestrar. No pones resistencia. Eso es lo que te han dicho siempre, no opongas resistencia, y en el momento de la verdad lo cumples a pie juntillas. No opones resistencia.
Te piden que voltees.  Unos de ellos se sube a tu carro tranquilamente  El otro te amenaza, luego sube también como si nada. Se dan la vuelta en la calle. Te piden que no grites, que no hagas nada ni alertes a nadie (y hacen bien, no vaya a ser que la gente o vecinos que observan  la escena, se les vaya a ocurrir meterse o gritar o llamar a la policía). No quieres voltear, pero de reojo alcanzas a ver cómo se va el carro de tus sueños. Te llenas de rabia, Quizá sueltas en llanto, Te reconfortas pensando que no te hicieron daño, que no opusiste resistencia,

Con todo el dolor de tu corazón, con la perdida a cuestas, debes informarle a tus seres queridos. No falta el que pregunta, primero que nada, ¿Estaba asegurado tu auto? La pregunta te daña, si llegas a sentirte mal y hasta piensas que hay demasiado de material en la vida de cada persona. ¿Y uno que chingaos? ¿Uno vale madre o qué?
Corres al módulo de la policía que está bien lejos (a cincuenta metros) de donde te atracaron. No hay nadie. Estás desesperado. Alguien finalmente te ayuda a tranquilizarte. Más tarde, cuando se ha empezado a correr la voz, llega la policía.
Mientras ellos, los vigilantes, los guardianes de tu seguridad te proponen que llenes el tanque de la gasolina para hacer un recorrido por los lugares en los que puede haber carros robados, en tu mente retumba arriba las manos, esto es un asalto.
Después lo reflexionas, para qué te dicen, “esto es un asalto”, si todo, desde el principio parecía indicar que era un asalto. De cualquier forma agradeces la referencia porque así sabes que esto no es un secuestro.
No quieres saber nada de nada. Buscas a Dios intentando encontrar respuestas ¿Por qué a mi señor? Buscas culpables y empiezas por ti (a que grado has llegado y ha llegado la sociedad que te responsabilizas de algo que no es en estricto sentido tu responsabilidad): Analizas tus últimos 20 pecados para intentar saber si alguno de ellos dio origen, como castigo divino, de tan desagradable desgracia y del robo de tu auto y tus pensamientos se llenan de una tormenta de hubieras: Si no hubiera llevado el vidrio abajo, si me hubiera regresado más temprano, si me hubiera ido por la otra calle como siempre, si no me hubiera detenido, si los hubiera evitado desde que venían hacia mi… Como decía Bora Milutinovic, entrenador de Pumas, el hubiera no existe.  
Pides que esos desgraciados sean encerrado y mueran tras las rejas, aunque sabes que eso nunca ocurrirá.  
Tienes que ir a levantar la denuncia. Si no has entrado en shock nervioso acudes rápido a hacerlo. Agradeces que el gobierno avance en trámites electrónicos. Buscas los kioscos de los centros comerciales para presentar denuncia. No hay responsable  en uno y en otro no hay sistema. Terminas dirigiéndote a la oficina del Ministerio Público más cercano, ¡oh terrible decisión¡
Mientras llegas al MP piensas en la pinche delincuencia organizada y en la frase, “esto es un asalto”, de hecho, retumba en tu mente mientras sacas los mil o dos mil pesos para que te agilicen la presentación de la denuncia de hechos, pues ya llevas allí casi todo el día. Pinche delincuencia, insistes, mientras pagas 300 pesos de la copia de la denuncia de hechos.
Si has corrido con suerte ya has denunciado y amables te dan cita para ratificar tu denuncia un mes después.
¿Un mes después? El MP está saturado. Cada día se delinque más.
Esto es un desmadre. No se lo deseas a nadie. Y tú te has vuelto un desmadre, un desorganizado, no estás preparado para enfrentar a la delincuencia y a la procuraduría del Estado de México (y no, no son lo mismo ¿ok?)¿Cómo es posible que ni siquiera te acuerdes del número de tus placas y el número de serie del motor de tu vehículo?  ¿En dónde tienes la cabeza? Que mal estás¡ Ah pero no fuera el precio de las tortilla, el costo del transporte, el precio de la gasolina, el costo de las colegiaturas, el monto de tu salario, etc, porque de eso si te acuerdas ¿verdad? Mal ciudadano.
Llamas al seguro y allí llegan amables, todo bien. Excepto porque te piden la carta de acreditación de la propiedad, para pagarte. Pinche delincuencia organizada. Te dan cita dos meses después para darte la carta de acreditación del vehículo. Pero no te preocupas, con tres mil pesos logras resolverla en menos de 5 minutos.  
Y dos meses después…
Ya todo el trámite está concluido. Piensas y retumba en tu mente. Esto fue un asalto. 

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