Hago votos por la reconciliación en México

Reflexión sobre el 1 de diciembre en México

No. Yo no estoy triste por la llegada de un hombre al poder. más bien, me duele que ese día haya corrido sangre cuando la policía disparara contra manifestantes. Duele que se destruya la ciudad por quién sabe quién en actos vandálicos que solo son muestra de violencia.
En el caos de la protesta, los reyes del artilugio, mediante actos vandálicos bien programados, rompen vidrios, los hacen crujir. Al más puro estilo Nazi, la Ciudad de México vive su tarde de vidrios rotos, para horror de todos. 
Duele que esos actos vandálicos distraigan la atención de lo importante, como por ejemplo, del hombre que ha recibido un balazo en la cabeza y que, en coma inducido,  lucha por su vida, como lo ha hecho por sus causas durante 67 años.
Duele la distracción para no ver lo necesario,  lo urgente, como por ejemplo, esa gran necesidad que tenemos de que las cosas se hagan bien, con honestidad, sin afectar al otro; o, por ejemplo, esa terrible ansiedad de siquiera mojarnos los labios para satisfacer esa gran sed de paz que tenemos los mexicanos.
Duele que, simbolizada en un nuevo ciclo de gobierno, no brillara con intensidad la nueva luz  para encauzar los ríos y véneros de sangre que dejó tras de sí un Presidente hematófago y los más de 93 mil muertos que cargará toda la vida en su espalda aunque no quiera; duele porque no da luz,  por el contrario, oscuridad en medio de la cual se revitalizan y resurgen, indomables, los caudales rojos que amenazan con destruir todo a su paso. 
Se suponía que terminaría la pesadilla, pero que no reiniciaría todo en medio de reyertas.
Ex Presidente Felipe Calderón
Amparados por el Dios del pesimismo, al iniciar el nuevo gobierno, muchos se han atrevido a retroceder 70 años el reloj del tiempo, que es justo el periodo en el que en el pasado gobernó autoritaria e impunemente el PRI ¡Imposible! Aunque no haya PRI nuevo, el tiempo ni se detiene ni retrocede. Eso se llama historia. Si una característica tiene el tiempo es que siempre avanza. Deseamos sólo que no se repita esa mala historia.

NO HAY TRISTEZA EN MILES…

No hay tristeza en miles, sino dolor y rabia. Puede parecer lo mismo, pero no es igual, porque pese a todo, nadie se vence; millones, la mayoría, nos aferramos a la vida y encendemos una nueva luz de esperanza. Y la encenderemos una y otra vez, intermitente o interminablemente; y aún después otros harán lo mismo, y así por los días de los días y los siglos de los siglos.
Es dolor y rabia porque la patria sufre, y todos con ella. ¡Que difícil es  mirarla como la miran millones a los que la sangre les ha tocado!¡Llorando lágrimas de sangre! Allí están sus sentimientos. Les dolemos sus hijos mexicanos, todos, sin excepción.
No es tristeza, pero tampoco hay alegría.  Cómo podría iluminarse nuestro rostro, y hacer nuestra sonrisa si por las calles, en las  plazas, en la tierra,  miles transitan tristes y enojados, muchos casi muertos, con sus ropas salpicadas de sangre, con hambre, cansados de una vida miserable. Los más comedidos de ellos, que son los más, sólo lanzan blasfemas contra el nuevo gobierno. Los menos, piedras y petardos (no hay para más). A los más se les castigará manteniéndolos igual, a los menos con policía, granadas y balas de goma.
Miles, millones, no obstante, mantienen el anhelo de una vida mejor. Y aún así ¿Qué alegría puede haber si el miedo se ha apoderado de todos y da la impresión que la luz no brillará?
¿Qué alegría puede haber si miras el rencor en los ojos de los demás? Rencor exacerbado de quien ha mirado, a su vez,  que quienes impondrán la nueva vida casi son los mismos de siempre; que los de hoy casi son los de antes, los de los grandes lujos, los que siempre hacen negocios al amparo del poder, los que actúan en nombre de todos y se venden caro para darse lujosas vidas sin trabajar.
Es rencor exacerbado,  por el hecho de entender que de nada sirven las leyes, que ante ellas se imponen las relaciones, el dinero, el poder, la fuerza.
¿Cómo puede haber alegría si la gente buena está herida de desconfianza mientras es orillada a integrarse a un sistema de corrupción y tranza? ¿Qué alegría puede haber donde se ha hecho una cultura en la que se gana donde la ley es pisoteada?
Nuevos pero viejos personajes han tomado el poder del gobierno de la República entre protestas, represión, heridos y mexicanos ensangrentados. Y , aún con ello, frente a todos, muchos de estos hombres del poder no guardan las formas, los símbolos. A las imágenes de rabia e impotencia de los miles se contraponen las de felicidad y alegría de los nuevos viejos gobernantes. Su risa, su burla, su mofa suena a insulto. ¿De qué se ríen?.
Su risa alimenta la conciencia de los humildes, de los desposeídos, de los millones que han actuado para lograr un cambio verdadero  y que saben que sólo les queda resistir.  Pero, oh ¡Cuanta pena!  También aumenta la sed de venganza. De allí ya han salido los primeros suicidas que al grito de, si el país no es para todos no será para ustedes, estarán prestos a perseguir a sol y sombra y en acción directa  a cada funcionario que consideren usurpador.
Buscarán  hacer daño. Vengar la afrenta de haberle sacado un ojo a un joven estudiante. Resistirse a esta muestra de castigo ejemplar para quién tenga la osadía de retar al poder. Intentarán aplicar el ojo por ojo. Y la fuerza se hará presente en un espiral de odios y rencores.
En medio del caos, los magnos líderes de tres partidos avanzarán en la firma de un pacto que no es otra cosa que el inicio de la legitimación política y propagandística del nuevo Presidente, a quién no le han bastado, para lograrla,  los millones de votos de más que obtuvo sobre su más cercano competidor, por el simple hecho de que se presume un vicio de origen en su emisión.
Pero mal inicia el pacto por México, no busca la reconciliación  con uno de los sectores más amplios y conscientes de un tipo de proyecto de cambio, sino su aniquilación.
Pero, en realidad ¿El nuevo gobierno quiere la reconciliación? Dirán, en su orgullo de poderosos, “no nos toca a nosotros buscarla”. Por eso, no importa si el Pacto solo contiene los compromisos del nuevo gobernante; tampoco si lo firma o no  AMLO, el líder opositor de izquierda; por eso importa un bledo hacer una afrenta más al líder Opositor al lograr que los aliados,  o sea, el PRD, se unan a la firma de ese pacto. 
Ni reconciliación ni cuidado de formas. El nombramiento en el gabinete de un personaje que en otros tiempos fue aliado del opositor, y que puede ser la maravilla, es como si pusieran a atenderte al gerente que salió mal de tu empresa y con el cual juraste nunca más hacer un trato y ahora te dice que debes hacer, desde su posición de poder. Eso se acerca mucho a humillación, no a pluralidad.
Pobre país. Como estará que, aunque sea un acto de legitimación, el pacto vale la pena en su sentido siocial para que se cumplan los más elementales compromisos de campaña. 
Hago votos por la reconciliación. Por la no compra de conciencias. Por el respeto a la diversidad. Por una oposición pacífica. Por un gobierno democrático. Por que no se mienta más de la cuenta en los medios, eso verdaderamente exaspera a cualquiera. Hago votos por una izquierda que no se parezca a la derecha, ni una derecha que sea cómplice. Hago votos por la paz. Hago votos para que los mexicanos puedan vivir felicies y hago votos para que nuestros muertos puedan estar en paz. 

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